Un blog de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE)

Administración Tributaria

Sexo, impuestos y rock&roll

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Años antes de conocer el principio de justicia financiera, de haber oído hablar de la bifurcación del principio de legalidad financiera, tan familiares hoy, tuve un primer contacto inconsciente con éstos en Distrito 10, inigualable discoteca valenciana, tristemente desaparecida. Fue en uno de los “hits” que sonaba a principios de los 80, del grupo La Mode (no me extraña que no lo recuerden la mayoría de lectores…) cuyo estribillo decía: “Yo pago mis impuestos y tú eres mi enfermera de noche, yo pago mis impuestos y tú tienes lo que yo necesito, yo pago mis impuestos y tú me cuidas como nadie lo haría, …”

No vamos a comentar demasiado la letra de esta canción, en estos tiempos que corren, de censura implícita y explícita por lo políticamente correcto, cuando casi nadie se atrevería a componer las canciones que en los 80 escuchábamos sin darles importancia (no la tienen) y cuando tan grave como atreverse a cantar ciertas cosas, parece comentarlo, aunque sea con tono irónico y después de recordar el viejo dicho que une al sexo y al rock&roll y mezclándolo en batiburrillo imposible con los impuestos.

Sin embargo, no podemos pasar por alto este clásico del rock financiero (no es de las temáticas favoritas del rock, ¡qué duda cabe!). Cualquiera que fuera la necesidad imperiosa que acuciaba a los componentes de ese grupo musical (sospecho que las curas de la enfermera de noche eran más del alma que del cuerpo) consideraban que debía ser satisfecha de modo imperioso, y la razón para ello era que pagaban religiosamente sus impuestos. El mensaje no está en modo absoluto obsoleto. Algo similar nos quiere recordar hoy el Gobierno en una campaña publicitaria que gira bajo el lema “No es magia, son tus impuestos”. Ciertamente las necesidades sociales que se muestran en estos anuncios son más generales y de mejor valoración social que la enfermera de noche que demandaban los intérpretes en esa canción, pero, en cualquier caso, la contraprestación propuesta para la atención a los gastos demandados sigue siendo la misma, el impuesto; pero me parece que el mensaje subliminal a muchos votantes es otro y tiene más que ver con sus “enfermeras de noche” particulares que con los servicios generales que recibimos para entender a necesidades públicas (¡que suspicaz me he levantado hoy!).

Indudablemente es así, los tributos sirven para financiar el gasto público, y sin pago de impuestos, al menos para países a los que Dios no nos bendecido (o maldecido, según se mire, que uno no sabe ya) con estar colocados, como un tapón, encima de una bolsa inmensa de gas o petróleo, difícilmente se puede atender a las necesidades públicas. Otra cosa es como se deciden esas necesidades públicas a atender, qué recursos se emplean en su satisfacción, y quienes son aquellos cuyas necesidades se ven atendidas, aunque éstas sean tan difusas como una enfermera de noche (mejor esto lo dejo para otra ocasión, que, si Dios quiere, la habrá). En fin, los ingresos públicos son un medio, el gasto es la finalidad.

La bifurcación del principio de legalidad financiera lleva consigo algo más que una cierta independencia del gasto y del ingreso. La doctrina subraya el artículo 31 CE como tratamiento conjunto del principio de legalidad tributaria (yo diría que es más un tratamiento paralelo que conjunto, pues poca relación práctica guarda el principio de justicia tributaria del apartado primero con el de justicia presupuestaria del apartado segundo) derivando de dicho precepto la unidad de la actividad financiera, comprensiva de ingresos y gastos (también me parece, en este caso desafortunadamente, más formal que real, pues la independencia de ambos se constata en todos los ámbitos). Así, en la doctrina, raro es encontrar un estudio que vincule ingreso y gasto público; en la propia organización administrativa, como ocurrió con los que somos más veteranos del Cuerpo, que nos integramos en el Cuerpo de Inspectores de Finanzas, con diversas especialidades, entre ellas las de Inspección Financiera y la de Intervención, habiéndose separado hoy ambos Cuerpos; incluso en la percepción y debate social, frecuente es encontrar manifestaciones a favor o en contra de los impuestos, sin pararse a analizar si un incremento de los impuestos va a destinarse a un gasto o a otro una disminución va a aplicarse a reducir un tipo de gastos u otros.

El control del ingreso está fuertemente asentado. No nos cabe ninguna duda de ello a quienes trabajamos en la aplicación de los tributos o su revisión, que lo percibimos en su aspecto más concreto e individual, del contribuyente sometido al pago de impuestos, que defiende con uñas y dientes sus derechos y con una minuciosa revisión de cuanto se hace. (¡Faltaría más!).

Pero también ideológicamente, desde una perspectiva general, contra la proliferación de los Impuestos, aunque siempre haya quien se pronuncie a su favor, como ya decimos, sin concretar mucho para que lo quiere… (para el Estado de Bienestar, cajón de sastre o desastre, según se mire, donde todo cabe de una manera poco concreta, incluyendo las “enfermeras de noche”).

Parece que llevan algo de ventaja estos últimos, no por su mayor o menor razón, sino por la voracidad del político, que quiere incrementar la cantidad de fondos públicos que maneja, pues en ello está la razón última de su poder y no en el Estado de Bienestar. Impuestos a los plásticos, Impuesto a las Transacciones Financieras, Impuesto sobre los Servicios Digitales, Impuesto a la Banca, Impuestos sobre las Grandes Fortunas, Impuestos sobre los residuos, Impuestos sobre los Gases Fluorados, Impuestos sobre la Producción y Almacenamiento de combustible nuclear gastado, … Una lista larga de nuevos impuestos, que se alarga cada año, y que se unen a las figuras más relevantes. Otra vez el Rock&Roll nos da la clave. Esta vez no es un grupo marginal de la “movida” quien nos lo recuerda, sino los más grandes, en su canción Taxman (aunque interesante para nuestro tema, no es una de las canciones que los haya convertido en los más grandes, ¡qué se le va a hacer!, el tributo no parece el camino a la inmortalidad creativa). “Si conduces un coche, gravaré la calle; si te quieres sentar, gravaré tu asiento; si te enfrías, gravaré el calor; si das un paseo, gravaré tus pies”.

Como recuerdo muchas veces a quien me pregunta, pagar impuestos no nos gusta a nadie, ni a los Inspectores de Hacienda, ni, por lo visto, a McCartney y compañía (como ocurre en tantas cosas, los fans de The Beatles nos dividimos entre Paul y John, aunque sin la tormenta perfecta que fue su encuentro, a lo mejor, solo tendríamos “Another day” en vez de “Eleanor Rigby”).

El control, curiosamente, no es igual de exhaustivo en el gasto. Digo curiosamente pues, aunque es escasa la referencia en la normativa al control del ingreso es profusa en el gasto. El empleo del crédito presupuestario, el gasto, está sometido jurídicamente a numerosos controles: controles internos, de la Intervención, y externo, del Tribunal de Cuentas; control previo y control a posteriori; controles de legalidad y buena gestión financiera; aparentemente es mucho mayor que el control del ingreso, pero también es verdad que no existe la misma concurrencia de voluntades entre quien tiene que pagar, aunque no le guste, y quien quiere hacer pagar, a pesar de las reticencias; que entre quien quiere gastar y quien va a percibir los fondos de dicho gasto, especialmente (¡Vaya! Parece que miramos más por el billete en nuestro bolsillo que por lo que hace el político con el billete que ya ha salido de nuestro bolsillo…Tendrá algo que ver con aquello de más vale pájaro en mano…).

Comprendo perfectamente que, a pesar de todos los controles que se quieran desarrollar, siempre habrá fallos. Basta asomarse a la prensa. Pueden ser casos escandalosos, como el del “Tito Berni” o las subvenciones a familiares como el hermano del presidente de la Generalitat Valenciana o el marido de la vicepresidenta, que afectan a partidas concretas y más o menos limitadas de gasto (ya dirán los Tribunales, si les dejan, que yo solo cuento lo que he leído); o pueden ser casos generales y con un aparente desvío masivo de fondos, que afectan a una gran cantidad de pagos, como fueron el caso del 3% de Cataluña o, como parece que es, el caso de las desaladoras, aquí en Valencia, o el caso de los acuíferos que se está destapando ahora mismo en prensa y que afectaría al Gobierno de Castilla La Mancha (si lo que hemos leído se confirma, los Tribunales van a tener mucho trabajo).

Si finalmente se constatan todas estas conductas inapropiadas, de poco o nada habría servido ese control individual del gasto, por muy desarrollado que esté normativamente. En algún otro caso, como los ERE de Andalucía (aquí ya no hay nada que esperar, los Tribunales ya se han pronunciado), aunque el control fuera poco eficaz, pues no impidió el expolio de fondos públicos que no se han recuperado, al menos ha servido para iniciar los procedimientos que han llevado a la condena de algunos de los responsables.

Pero tampoco es mayor el control de gastos en el plano que he dado en llamar ideológico. De acuerdo, tenemos el Presupuesto que se aprueba todos los años; pero hay una falta de verdadero control político en la aprobación del presupuesto, donde la discusión de las partidas de gasto es bastante escasa (vale, salvo a los partidos separatistas, que bien identifican partidas concretas de gasto y otras dádivas adicionales para su territorio, como el Concierto vasco, y desde luego que lo aseguran); incluso la propia formulación de los presupuestos, que se supone claramente explicado por la triple clasificación económica, orgánica y funcional de los gastos, pero que realmente es un galimatías de datos mezclados, incomprensible y que imposibilita conocer de una manera práctica al ciudadano en que se está gastando (¿será intencionado? Menos mal que estoy acabando, porque estoy realmente suspicaz hoy).

Se recuerda la unidad de la actividad financiera cuando se quiere pedir el pago de los impuestos; siempre se insiste que sin impuestos está en peligro el pago de las pensiones, la sanidad y educación, que aunque son una parte significativa de los gastos públicos (eso es verdad, de las pocas) van acompañados de otros gastos menos relevantes que nunca se aparecen en peligro (¿Por qué será que el resto de gastos nunca aparecen en las campañas publicitarias, aunque se financian con los mismos impuestos? Yo podría vivir tranquilo sin campañas publicitarias institucionales).

Otra vez son los Beatles y otra vez es Taxman: “No me preguntes para qué lo quiero…si no quieres tener que pagar todavía más…”

Mi conclusión hoy se limita a que el Rock&Roll tiene mejor relación con el sexo que con los impuestos, aunque yo los haya unido (ya saben, una licencia literaria), pero si alguien quiere más, dejo una última reflexión: les recomiendo un clásico de la música ligera (el rock y los impuestos ya no dan para más, hay que rebuscar más atrás) “I paid my income tax today”, que dice: “He pagado mi impuesto sobre la renta hoy, nunca me preocupó lo que gastaba el Congreso, pero ahora vigilaré cada centavo, revisaré cada factura que paguen, tendrán que dejarme decir lo que quiero, escribí al Tesoro para que vayan poco a poco, ¡Cuidado, Sr. Henry Junior, es mi pasta! He pagado mi impuesto sobre la renta”.

Y se me olvidaba, paguen sus impuestos y muchas felicidades a las “enfermeras de noche”, aunque dudo que si leen esta entrada queden satisfechas conmigo (¡no se puede acertar con todo el mundo! Tampoco lo estarán a los que recomiendo pagar impuestos)

Valencia, 6 de abril de 2023

Javier Bas, Inspector de Hacienda del Estado y Doctor en Derecho

 

 

*Las opiniones de los autores son de carácter personal y no tienen por qué coincidir con las de la Asociación Profesional de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE).

1 Comentario

  1. LOLA MARTÍN 3 de mayo de 2023

    ¡Fantástica entrada!

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