Un blog de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE)

Administración Tributaria

Un ingeniero en la corte del rey Arturo

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Los lectores de las entradas que he escrito saben que tengo una hija, Sandra, compañera en el Cuerpo de Inspectores. Tengo dos hijos más, Javi y Carolina, y no parece nada previsible que vayan a seguir la senda hacia la Inspección, lo que hace que su presencia en estas entradas sea una rareza.

Confesar que me gusta el cine tiene poco de revelación. Se nota también que tengo cierta preferencia por el cine clásico, aunque sé que se siguen haciendo películas que entrarán en el panteón de las más grandes, sigo en mis trece. Inevitablemente, muchas veces porque yo quería verlas, he tenido a mis hijos frente a películas que, para ellos, merecían tanto la calificación de antiguas, como de películas de “mi época”, lo que podía abarcar desde Indiana Jones (que efectivamente es el personaje con el que he crecido) hasta Charlot (nunca quise indagar mucho, pero parece que mis hijos pensaban que había hecho la mili cuando Napoleón era cabo).

De todos ellos, sin duda, el que menos películas clásicas ha visto conmigo es Javi. Posiblemente porque reservaba para compartir con él otra afición: el baloncesto. Me hubiera gustado que llegara a profesional, aunque sé lo difícil que puede llegar a ser y que muy pocos lo consiguen, pero no pudo ser, simplemente, porque él no quería ser profesional del baloncesto. Ya de bien pequeño decía que quería ser inventor de la bañera-cama (nunca logramos descubrir que era ese artilugio, pero mostraba que su vocación no era el baloncesto). No ha cambiado ni un punto, cuando le digo que podía haber llegado a mucho más en el baloncesto, simplemente me responde que a él le gustaba jugar con sus amigos, pero que no quería ser jugador, que ese era mi sueño y no el suyo. Tiene toda la razón. Javi hoy es ingeniero industrial. Yo, a la fuerza, he aprendido una lección muy importante en la paternidad.

Sin embargo, ha visto, por su cuenta, muchas películas, incluyendo los grandes clásicos. Hoy le califico de cinéfilo, con una cultura cinematográfica mucho más amplia de lo habitual en su generación. Me recomienda películas actuales (invariablemente, ve las nuevas antes que yo), y a veces me gustan más y otras menos (Javi, es mucho mejor “Jojo Rabbit” que “Todo a la vez en todas partes”). Otras veces comentamos lo que llama películas clásicas, y, otra vez, a veces coincidimos más (preferimos “Uno de los nuestros” a “El padrino”) y otras menos (“Casablanca” es la película por excelencia, perfecta desde la primera escena). Ha seguido su propio camino y tiene sus propios gustos.

No solo en el cine, también en otras cuestiones sigue sus vías de pensamiento. Ahora pretende desarrollos más normales para el mercado que la bañera cama, pero sigue formando sus ideas de manera independiente.

Como todo buen ingeniero, ve los gastos de forma más clara y lógica que los economistas. Para un ingeniero, un gasto no es un papel con una cifra y un asiento contable, sino un paso ineludible para llegar a conseguir su fin: se gasta en aquello que se necesita, conviene o les parece acertado para lograr el mejor resultado en su actividad (¡Cuánto ha tardado la mente del buen ingeniero en llegar al juez tributario!; sí, me estoy refiriendo a sentencias como las STS de 30 de marzo de 2021 y de 26 de julio de 2022, que reconocen que pocos gastos en una empresa, por estrambóticos que nos parezcan desde fuera, se asumen si no hay ánimo de beneficiar su actividad, salvando siempre los gastos que se realizan para beneficiar a la propiedad, claro está, que mi mente es la del Inspector).

Javi enfrentado en la cancha a Luca Dancic

Entre esos gastos ineludibles se encuentran los impuestos. Un ingeniero, como mi hijo, comprende perfectamente que el Estado es un socio necesario. Se ha formado en una Universidad pública, la actividad emplea medios creados por el Estado, como carreteras o puertos, y mil razones más. Pero, ¿cuál es la participación justa de ese socio? ¿Cuánto ha contribuido y contribuye al resultado y qué se le debe dar a cambio?

Como dice Javi, convertirse en ingeniero industrial conlleva un esfuerzo nada desdeñable, comparable sin lugar a dudas con una oposición como la de Inspector de Hacienda; avanzar en su profesión, además, supone trabajar sin descanso, muchas veces lejos de casa, asumir riesgos y responsabilidades; para que si finalmente logras sacar adelante un proyecto empresarial tengas ese socio que te va minando tus resultados: tus costes laborales se multiplican, pues para que un trabajador cobre 100, entre IRPF y cotizaciones sociales, has de gastar 160; si el precio de venta que quiere el mercado para tu producto es de 121, tu solo puedes recibir 100, porque el 21% del IVA se va al Estado; y si finalmente ganas algo, el Estado, como buen socio, estará ahí para cobrar el IS y el IRPF de los beneficios, solo por mencionar algunos de los principales pagos. Pagar es algo necesario, pero ¿cuánto debe pagar cada uno? Sobre todo, cuando ves que pagas por lo que has obtenido con mucho sacrificio y esfuerzo y luego se gasta sin miramiento en la primera estupidez que se le ocurre a un político para arañar cuatro votos…Y las personas con juicio, como él, lo ven.

Pero no es solo eso. Está bien. Has trabajado duro y has ganado un buen dinero, has pagado una factura impositiva muy elevada, siempre siguiendo las instrucciones de tus asesores, que se supone que son gente muy bien preparada. Entonces llega un inspector y trata de explicarte algo que no sabes muy bien ni qué es ni por qué se discute: el cliente que no te ha pagado tiene bienes suficientes para atender tu deuda, por lo que el deterioro del crédito que has dotado solo debe atender al retraso que esperas que se dé, aunque no hayas cobrado nada;  la reparación que has hecho de las goteras en la fachada de tu nave puede haber aumentado su vida útil, por lo que no es un gasto, sino una mejora, aunque lo único que pretendías era que, cuando llueve, no se te estropee nada; o que el valor de mercado de una máquina que has aportado a una sociedad en la que participáis no es de 100, sino de 200, porque eso dice una tabla publicada en una página web, aunque tú no has cobrado nada y has recibido 100 acciones…

Puede ser que tengamos razón, puede ser que nos equivoquemos. Cualquiera sabe que, si va a 150 por la autopista y le para la Guardia Civil, tiene un problema, porque la norma es clara y fácil de captar. No es el caso la norma fiscal, que es compleja, hasta para los que hacemos de la misma nuestro medio de vida.

Es normal que la percepción social de los impuestos y de quienes los aplicamos no sea monolítica. Muy normal además que no coincida en nada con la que tenemos nosotros, los Inspectores de Hacienda.

El IVA o el Impuesto sobre Sociedades son mis herramientas de trabajo, muy queridas, además, pero también son las cadenas que deben arrastrar y ralentizan la marcha de la actividad para un emprendedor. Entre los funcionarios de la AEAT se cuentan muchos de mis mejores amigos, excelentes personas y profesionales de gran valía; pero también son una “pandilla de cabrones” dispuestos a hacerte pasar por las horcas caudianas para otros de mis amigos, y a fe mía que en algunos casos tienen razón…

Con el acceso a la información y la mentalidad analítica, mi hijo y muchos como él ven claramente que el marco impositivo no es igual en todos los países y que hay grandes diferencias en la factura fiscal. Hay lugares donde se paga menos, mucho menos, y no por ello se ofrecen menos ventajas para la actividad. El, y muchos de sus amigos como el, entienden que haya quien tome la decisión de “llevar sus trastos” a Andorra y seguir haciendo lo que estaban haciendo librándose de ese socio incómodo que cobra impuestos. Para nosotros son “expatriados” fiscales.

Todo se resume en dos puntos de vista totalmente contrarios y que son imposibles de conciliar.

No digo que fuera de nuestro mundo tengan toda la razón y que nuestro punto de vista sea estrecho, ni mucho menos; pero es indudable que personas formadas, con gran capacidad crítica, se acercan al fenómeno tributario con una perspectiva totalmente distinta a la nuestra. Escuchar y comprender esta realidad distinta a la nuestra es fundamental para mejorar como profesionales y como personas.

Por ello, me parece un acierto la decisión de nuestra Junta Directiva de ampliar nuestro campo de visión en el próximo Congreso de la Asociación de Inspectores de Hacienda que próximamente celebramos en Burgos. Hace falta una buena dosis de sensatez y buen juicio para elegir escuchar lo que otros dicen y tú no quieres oír; como hace falta una buena dosis de valor para entrar en el laberinto del minotauro y enfrentarse a ese adversario temible. Por ello, vaya ya desde hoy mi felicitación para la Junta y mi admiración para los invitados. Ya sea presencialmente, ya sea por zoom, creo que todos podremos disfrutar mucho y ampliar nuestros horizontes. Se presenta apasionante.

Javier Bas, Inspector de Hacienda del Estado y Doctor en Derecho

*Las opiniones de los autores son de carácter personal y no tienen por qué coincidir con las de la Asociación Profesional de Inspectores de Hacienda del Estado (IHE). 

2 Comentarios

  1. Francisco Vázquez 28 de septiembre de 2023

    Muy interesante, como siempre. Con un punto de vista humano y de gran sentido común. No vivimos en una burbuja: todos tenemos amigos, parientes, vecinos, compañeros… Asalariados (públicos y privados), autónomos, pequeños empresarios… Hay de todo y para todos. Situaciones justas o injustas (que no es lo mismo que legales o ilegales).
    Eso sí, el ejemplo de Andorra no está bien traído. Como ejemplo de que alguien que pueda des localizarse pueda optar por pagar menos, vale, al margen de la ética o conveniencia de la situación. Como comparativa de lugares en los que se pagan menos impuestos, así, en bruto, no. Las simples magnitudes macroeconómicas demuestran por qué Andorra puede hacer lo que hace fiscalmente (y lo hará hasta alcanzar un punto; después no podrá), y por qué, al contrario, un Estado grande o “ estándar” ( con amplia población, suficiente para tener distintas clases sociales y económicas, y necesitado de prestar mucha más variedad de servicios), amén de con otras dimensiones territoriales, no lo puede hacer. Salvo que renuncie a buena parte de su papel como Estado. O que decida volver al siglo XIX, que casi sería lo mismo, en términos de organización pública.

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    1. Javier Bas 28 de septiembre de 2023

      Jajajaja. Vale, Francisco, pero es que la deslocalización a Andorra es una de las que van a tratar los invitados al congreso.cada país tiene sus condiciones, unos será por ser pequeños, otros por ser tapones de una botella de petróleo, y otros, simplemente, porque será su decisión…

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